lunes, 5 de noviembre de 2018

Sin dirección

Hoy comienzo este blog sin dirección, simplemente por el gusto de escribir, que las palabras resbalen por mis manos y, bailando suavemente sobre las teclas, se vayan ordenando formando un laberinto organizado de ideas.

Te invito a leerlo, si no tienes otra cosa mejor que hacer, y pasar un rato agradable conmigo. Por lo menos eso me gustaría.

Mi vida, como muchas otras o casi todas, sería un buen ejemplo para escribir una novela interminable, o un buen culebrón. Así que, en vez de relatárosla, que sería muy triste y aburrida, intentaré contar historias reales o no, con un toque de humor, que a veces no conseguiré, pero que dejaré que lo haga vuestra imaginación...

Y dicho esto, me pongo manos a la obra. ¿Cual podía ser el primer tema a tratar?, ¿el tiempo, el trabajo, la familia, los amigos,...? Voy a hablar del tiempo libre, el que tengo en este preciso momento y que me permite escribir.

Hoy por hoy, no tenemos tiempo para nada; bueno sí, para perderlo, ¿verdad?, eso siempre sobra, ¿o falta?... El caso es que la excusa perfecta siempre es "no tengo tiempo", pero ¿realmente es así? Sinceramente creo que no, pero yo soy la primera en perderlo y utilizar esa excusa.

No sé si os pasa a vosotros, a mí, mucho. Me levanto por las mañanas con mil ideas en la cabeza, "voy a hacer, a ir, a ordenar, a tirar, a, a, a..." y al final del día sólo he hecho una mínima parte de todo lo que había planificado o imaginado. Y cuando pienso en qué he empleado las dieciséis horas del día que estoy despierta (que suena a mucho, pero no lo es), la verdad es que no sé en qué lo he hecho.

Si a esas dieciséis horas le quito las ocho que estoy trabajando, dos para reponer fuerzas comiendo (que dicho así, normal que engorde con tanto tiempo comiendo...), me quedan seis; ¿son muchas, verdad?, casi dos se me van por el camino, de casa al trabajo y viceversa. Ya me quedan sólo cuatro, de las cuales, entre estar con los niños (mis hijos), haciendo los deberes, cocinando y limpiando, ¿qué me queda, dos horas más o menos? Y esas horas con sus espléndidos ciento veinte minutos, ¿dónde las empleo? en la maravillosa experiencia de ver la tele (aquí pondría la carita de whatsaap que enseña los dientes, así como el que no quiere la cosa, pero como no sé cómo se hace, os la imagináis). ¡Ver la tele!, ¡horror!

No sé qué poder tiene sobre mí esa cajita parlante, que actúa como el más poderoso de los imanes, y que hace que el poco tiempo libre que tengo, que realmente son dos horas, lo dedique en cuerpo y alma a ella, tumbada en el sofá y mirándola sin ver ni escuchar, pero absorta a sus pies.

Einstein dijo "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo"; muy sabias sus palabras, a las que hoy me he rendido. Esta noche es la primera en mucho tiempo en la que hago algo diferente, he sido infiel a mi querida tele y estoy disfrutando de un amor desenfrenado con mis letras, mis palabras y mi mente, a la que conseguiré educar.

Hoy es el primer día de un cambio que espero dominar (y no él a mí) y que me haga saborear el tiempo libre que tenga, sea una hora, dos, o un minuto. Porque realmente mi vida, como la vuestra, se nutre de las sensaciones que experimenta durante el tiempo que dedico a lo que me gusta, a lo que me hace evadirme de los problemas, a lo que me hace soñar y dejar por un momento esta tierra firme y volar por los mundos etéreos de mi imaginación, es decir, el tiempo que me dedico a mí.

En definitiva vivir es ser capaz de soñar, y qué mejor que hacerlo de la manera que cada uno sepamos. Te invito a cambiar algo, a soñar y a VIVIR.




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