martes, 6 de noviembre de 2018

Los laberintos de mi vida



Si me paro a pensar en lo que llevo vivido, me quedo asombrada de todo lo que ha ido cambiando a mi alrededor y con ello, yo misma.

Quién me iba a decir a mí, que tendría tres hijos, mi número de hijos deseado desde siempre, ya que, yo soy la mayor de dos hermanos y siempre he sentido una responsabilidad desmedida sobre mí por ser la mayor, que no quería que mis hijos tuvieran también. No quería que sólo existiera el mayor y el pequeño, siempre me ha gustado el número tres, ..., el del medio tiene una posición especial, que hace que los extremos no estén tan alejados y así lo vivo. Ellos vinieron a mi vida cuando lo decidieron (según las sabias teorías orientales), no cuando yo quise, y me alegra de que así haya sido.

También deseé tener una hija para compartir con ella lo que no pude con mi madre, a la que quiero y ahora comprendo. Comprendo todos sus sufrimientos y desvelos, que junto con mi padre, solventaron para darnos a mi hermano y a mí la felicidad que yo, por lo menos, estoy entendiendo en este momento de mi vida. Y admiro su trayectoria en aquélla vida, tan rígida, machista y diferente a la actual, en la que el diálogo con nuestros hijos es lo que dirige la educación que les damos.

Y cómo iba yo a pensar que mi matrimonio no sería para toda la vida, cosa que agradezco a día de hoy, ya que, gracias a ello me estoy empezando a realizar como persona. Después de no existir durante muchos años, ahora voy viéndome, entendiéndome y queriéndome. Sé que tengo mucho camino por delante para recorrer y que será duro, igual o más del que llevo recorrido hasta ahora. Pero, desde luego, una cosa tengo clara, es mi vida y la voy a vivir como desee, o eso intentaré; perseguir mis sueños que algún día cumpliré.

Este laberinto que es mi vida, no sé hasta dónde me llevará, ni sé si el camino que elija en cada situación será el "correcto" o no. Lo único que sé es que lo voy a recorrer con todo el entusiasmo del que sea capaz, intentando disfrutar del paisaje que pueda ver en cada momento, de cada detalle, de cada persona que me acompañe a cada paso, de cada alegría, hasta de las tristezas que ahora salpican mi vida y que a veces se convierten en chaparrones,... Estos, como para el campo, siempre vienen bien, refrescan el ambiente y lo limpian.

Todo esto lo haré con la sonrisa instalada en mi cara, que los que me conocéis, tanto añoráis muchas veces. Así que preparaos para oír mi risa...

Y debo decir que gracias a las personas que conocí en este camino, con las que sigo teniendo una gran amistad, inicié mi sendero espiritual. Y con espiritual no quiero decir religioso, ni mucho menos. Me refiero a conocer, cultivar, cuidar, experimentar, desarrollar y aprender de mi propia esencia, esa que nos enseñan a tener bien escondida y no entiendo muy bien el motivo. La verdad es que es lo único que deberíamos atesorar, nuestro verdadero espíritu, esa luz interior que nos guía si la dejamos y la que nos muestra la sencillez de todo.

De ese tema hablaré otro día. De momento hoy os dejo esta reflexión sobre los laberintos de mi vida...

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