Desesperanza, tristeza, pena, angustia, miedo,..., esta mezcla explosiva de emociones, se ponen de acuerdo para sabotear mi sonrisa, esa que tanto anhelo para que se quede conmigo, se instale definitivamente y no me deje nunca.
Como la vida y las oportunidades se disfrazan de casualidades, hay que estar siempre al acecho para que no se escapen, pero aún así, lo hacen. Esos laberintos de los que hablaba en la anterior entrada, se entrecruzan provocando un pequeño caos en mi mente, del que intento salir airosa a cada momento, dejándome la piel en cada intento.
Cuántos retos por superar, cuántas zancadillas que obviar, cuántos obstáculos que vencer. Conozco muchas personas que viven su vida como un camino de rosas, disfrutando de cada instante, esperando que llegue el nuevo día para llenarlo de felicidad, alegrías y alguna que otra preocupación. Sin embargo, en mi vida, buscando y rebuscando, logro encontrar momentos de felicidad, por supuesto, pero de lo que más se nutre es de zancadillas.
Y me pregunto, ¿por qué tantas zancadillas?, ¿por qué están ahí? Sí, ya sé, están ahí para aprender, para crecer, para evolucionar; perfecto. Pero ¿no podía haber sido de una manera un poquito más sencilla? No es mucho pedir, ¿no? Sé que la pregunta no es por qué, sino para qué....
En fin, cada día la vida me sorprende con un nuevo reto para mi alma y para mi corazón. Pero, así mismo, me sorprendo también con mi capacidad de respuesta y resolución ante él.
Últimamente, he tenido que tomar decisiones muy duras, que hace unos años hubiera visto impensables, por no decir imposibles. Jamás he dado la espalda a nadie, y ahora me he visto obligada a hacerlo, ya que, de ello dependía no mi felicidad, sino mi bienestar. Llega un momento, en el que tienes que elegir entre los demás y tú. Y la respuesta siempre es uno mismo. La educación recibida nos enseña que preocuparnos o dedicarnos a cuidar de nosotros es un acto egoísta, pero ¿qué mejor acto de amor que querernos? Si nos queremos, nos cuidamos y nos damos amor, estaremos en disposición de poder ofrecérselo a los demás. En caso contrario, ¿qué podremos ofrecer?...
Tenemos que ser valientes y mirar hacia delante, tener en mente nuestra felicidad, y sin dañar a nadie, cuidarnos, simplemente. Es así de fácil y a la vez difícil, porque nunca nos han enseñado a hacerlo.
Me ha costado mucho tomar ciertas decisiones, pero ahora me siento tranquila porque siento que lo que estoy haciendo me beneficia a mí, que es de lo que se trata. Si no me cuido yo, ¿quién lo va a hacer?
Y para poner un puntito de humor en todo esto, decir que soy una persona fuerte y conmigo no van a poder ni la tristeza, ni el miedo. Me pondré una careta de Troll, si hace falta, para asustarlos, jajaja, bueno, de Troll bueno, que los malos son muy feos :)
Por dura que sea la vida, nosotros lo somos más.
Besitos.
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