Otro año que termina y da paso a uno nuevo. No quería finalizar éste sin escribir una entrada en mi blog, un poquito abandonado, debido a mi marejada emocional que me lleva y me trae...
Reflexionando "un poco", ya que yo no lo hago casi nunca, jajaja, echo la vista atrás y me da la sensación de que este 2017 ha sido muy, pero que muy intenso para mí.
He ido caminando, paso a paso y sorteando dificultades y trampas que he podido superar y me he dado cuenta de muchas cosas.
Hay amistades que por mucho que se alejen siempre tendrán un asiento en mi corazón, asiento reservado para ellas e irremplazable.
También he aprendido a retirar de mi vida parte de lo que me es innecesario. Y digo parte porque no he conseguido alejarme de todo ello, pero prometo continuar con la labor.
Sigo queriendo dirigir mi vida para que la orquesta no desafine, pero no sé si adquirí la batuta equivocada, o mi forma de dirigir no es la correcta.
Es dura la convivencia con los demás, pero la más dura de todas es con los hijos, por lo menos para mí. Tienes tantas esperanzas depositadas en ellos, que no quieres que cometan los mismos errores que tú o, mejor dicho, si ellos no los cometen, automáticamente se borran los tuyos y se convierten en tus victorias. Sí, sé que es un poco egoísta pero es algo que va unido al comportamiento humano...
Por mi parte, este año he reencontrado la relación con mis padres, hermano, cuñada, sobrinos, desterrada por imperativos ajenos hace años. Estamos saboreándola mutuamente.
Superé uno de mis grandes miedos, aunque me quedan todavía otros muchos que eliminar.
Muchas veces, por cobardía, cultura, miedo o comodidad, nos apoyamos en los demás para seguir adelante. Nos fiamos más de ellos que de nosotros mismos porque nos han enseñado a ver lo contrario como orgullo o altanería, y nada más lejos de la realidad...
Los amigos seguirán su camino, por mucho afecto que haya; los hijos crecerán e iniciarán sus vidas formando sus propias familias, alejadas de nosotros, por mucho amor que haya. El resto de familiares también continuarán su recorrido, por mucha ayuda que nos presten. El resto, trabajo, aficiones, objetos, todo a lo que nos aferramos, cambiará, se estropeará, o simplemente desaparecerá.
Entonces, ¿qué nos queda? Solo nos queda nuestra persona. Nos enseñaron a no querernos, a ignorarnos, por eso no sabemos ni quiénes somos... Nuestro niño interior, alma, intuición, como lo queramos llamar, nos pide ayuda a gritos. Escuchémonos, nuestra esencia es feliz, dulce, clara como el agua cristalina que brota libre de un manantial.
Redescubriéndome sigo analizándome, entendiendo mi realidad, con mis defectos, como la adicción que tengo a la comida, de la que me he dado cuenta hoy mismo... Al fin y al cabo, estoy aprendiendo a quererme. ¿Qué mayor acto de amor y agradecimiento?...
Estoy preparada y dispuesta a descubrir un nuevo amanecer y te invito a hacerlo tú también. Quién sabe si nos encontraremos en el camino...
De todo corazón, te deseo Feliz Año 壟
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