jueves, 26 de enero de 2017

Amigos desconocidos/desconocidos amigos





Hoy quiero dedicar esta entrada a una persona totalmente desconocida para mí, físicamente hablando, pero más cercana que personas que sí conozco. Cercana a mi alma, a mi esencia, sin tapujos, sin maquillaje.

Os lo cuento como un pequeño relato. El otro día, como tantos otros, subí al autobús que me llevaba a mi trabajo. Como no me gusta ir en contra de la dirección de la marcha, le pregunté a una jovencita que estaba sentada al lado de la ventanilla, si podía quitar su mochila del asiento contiguo al que ella ocupaba, para sentarme en él, ya que era el único que quedaba libre. Ella retiró su mochila y salió al pasillo para dejarme sentar a mí en su asiento, al lado de la ventanilla, cosa que me extrañó. Se lo agradecí y me senté a su lado.

Lo primero que hizo esta joven, y que me hizo sospechar que era una persona especial, fue tocarme el anillo que llevaba yo en mi mano derecha (me gusta la originalidad en todo), diciéndome que era muy bonito y diferente. Le respondí que sí lo era, pero que era "malo", asustándome su comentario y pensando que podía robarme (gran error por mi parte, achacable al temor a alguien desconocido). Continuó con mi otro anillo y terminó tocando el cuello de mi abrigo, diciendo que era muy suave y que debería ser muy calentito. También le hablé yo de su abrigo, con piel en el cuello, como el mío.

En ese momento me di cuenta de que realmente era una persona especial, una persona transparente, natural, sin manipular, porque me contó que ese abrigo se lo habían traído los Reyes, que le había hecho mucha ilusión porque siempre le regalaban ropa y libros. Le encantaba leer y ahora estaba leyendo un libro de Eduardo Mendoza, "El secreto de la modelo extraviada" y recordé "El misterio de la cripta embrujada", libro del mismo autor, que hace años leí.

Después me dijo que iba a "su Centro", que imaginé de educación especial, donde trabajaba con niños, que era un poco aburrido, y que lo que a ella le gustaba era la informática, que había estudiado desde los seis años. Yo la estuve comentando que había que hacer de todo, aunque unas cosas nos gustaran más que otras, así sería más entretenido.

Al llegar a mi parada, le deseé buen día y me despedí de ella. Ella hizo lo mismo conmigo. Me bajé del autobús contenta para empezar mi jornada laboral.

Mientras llegaba al trabajo, iba pensando en todas las etiquetas que nos ponemos y todos los prejuicios que tenemos hacia personas que consideramos inferiores a nosotros, que somos "personas normales" y, sin embargo, ni nos saludamos en el autobús aunque nos veamos todos los días y no nos atrevemos a decir "qué bonito anillo llevas" por miedo a que nos lo roben, o a que nos respondan con un "a tí qué te importa".

¿Eso es lo normal, lo correcto, o lo que hizo esta joven, con toda naturalidad?

Tengo que reconocer que me dio una gran lección de vida y me hizo feliz saber que hay personas con su esencia intacta, que se muestran al mundo sin pudor y llenas de amor.

¡Muchas gracias, amiga desconocida!














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